"El hambre aprieta como cinturón de la castidad"
Dos mujeres con hambre. Hambre de años, hambre de ahora.
Un vínculo casi animal entre una madre “impiadosa” y una hija que busca un escape, su propio “batir de alas”.
Las actrices recorren un texto capaz de crear un universo tan singular, a la vez humorístico y crudo, imaginativo y musical, etéreo, terrenal, metafórico y directo en el que el diálogo está practicamente reinventado.
Un vínculo casi animal entre una madre “impiadosa” y una hija que busca un escape, su propio “batir de alas”.
Las actrices recorren un texto capaz de crear un universo tan singular, a la vez humorístico y crudo, imaginativo y musical, etéreo, terrenal, metafórico y directo en el que el diálogo está practicamente reinventado.
Elenco
Raquel Albéniz
Actriz, directora, dramaturga y docente. Se ha formado en teatro, puesta en escena, tango, expresión corporal y dramaturgia de la mano de los docentes: Manuel Iedvabni, Laura Yussem y Ricardo Halac (Escuela de Teatro del Centro), Inda Ledesma (Taller sobre el actor y Shakespeare), Perla Jaritonsky (Taller de expresión corporal), Héctor Malamud (Taller: “El cuerpo cómico”), Luis Rossini (Taller de actuación y dirección), José Garófalo y Sandro Nunziata (Clases de tango), Patricia Zangaro (Dramaturgia) y Ricardo Bartis (Entrenamiento actoral), entre otros.
Como docente ha dictado clases en la Escuela de Teatro del Centro (Expresión corporal); Estudio Perla Jaritonsky (Juegos teatrales y Taller actoral para adultos y Taller de actuación para niños); E.T.I., Escuela de Teatro Integral (Taller actuación adultos); Carrera de medios, Escuela ORT (Dirección de actores) y Escuela Teatro Luis Rossini (Actuación adultos). También ha coordinado talleres de actuación para adultos discapacitados y desde el año 2000 dicta el Taller actoral en el Country “El Ombu”.
Ha estrenado en el rol de actriz y/o directora numerosas obras de renombrados autores tanto en el circuito de teatros oficiales como en el circuito de teatros independientes. Algunos de sus trabajos mas destacados son: “Jucio de residencia” escrita y dirigida por Julio Ramos, “Avalancha” y “Batir de alas” (obra seleccionada para la “Fiesta CABA 2010”) con dirección de Paula Etchebehere; “Aro de humo” y “Omisión” con dirección de Marcelo Mangone; “El avaro”, “¿Cuánto cuesta el hierro?” y “Los pequeños burgueses” con dirección de Manuel Iedvavni; “Esperando la carroza” dirigida por Villanueva Cosse; “Doña Ramona” dirigida por Villanueva Cosse y Rubens Correa; “Borkman”, “La Luna en la taza”, “La pirámide” y “Aquellos ladridos” dirigidas por Luis Rossini; “Juan Moreira Supershow” dirigida por Alfredo Zemma; “Tango en conferencia” de Sandro Nunziata; “Cara de fuego” con dirección de Alejandro Maci; “Big Bang”, “Nunca será igual con otro” y “El fruto” con dirección de Corina Fiorillo.
También ha realizado trabajos en cine bajo la dirección de Santiago Loza (“Extraño”, junto a Julio Chávez), Sergio Belloti (“La vida por Perón” junto a Belén Blanco y Cristina Banegas), Dady Brieva (“Más que un hombre”, junto a Luis Ziembrowsky) y en televisión para Canal 9 (“El Amor tiene cara de mujer” / “El Jardín de los Infiernos”), Canal 7 (“De fulanas y menganas”), Teleinde (“Valeria”), Sonotex (“El Árbol Azul”), Canal 13 (“Campeones” / “Floricienta”) y Ciudad Abierta (“9 milímetros”).
Integra desde hace 10 años la comisión de dirección de Teatro por la Identidad (TxI), movimiento teatral de actores, dramaturgos, directores, coreógrafos, técnicos y productores que se inscribe dentro del marco de teatro político y es uno de los brazos artísticos de Abuelas de Plaza de Mayo.
María Forni
Se ha formado principalmente en el CELCIT - Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral con los docentes Juan Carlos Gené (Actuación, dirección teatral y puesta en escena), Verónica Oddó (Entrenamiento corporal para la escena) y Carlos Ianni (Taller de creatividad actoral para actores y directores). También ha tomado clases con Raquel Albéniz (Entrenamiento corporal para actores), Paula Etchebehere (Tango), Luis Rossini (Actuación y puesta en escena), Lito Cruz (Taller de Actuación) y Ana María Campoy (Comedia / Ejercicios sobre Lorca).
Idiomas: Inglés (Nivel: Advanced / Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González")
Ha estrenado en el rol de actriz y siempre en el circuito off de teatros independientes (No Avestruz, El Kafka, el ArtefFacto, CELCIT, etc.) obras de autores nacionales y extranjeros tales como: “Batir de alas” de Gilda Bona con dirección de Paula Etchebehere (obra seleccionada para la “Fiesta CABA 2010”), “El fruto” de Patricia Suárez con dirección de Corina Fiorillo, “La ropa” de Andrea Garrote y “El viaje a Bahía Blanca” de Griselda Gambaro (taller montaje de Carlos Ianni, CELCIT), “El Término” de Rolando Pérez con dirección de Carlos Ianni, “Terror y miseria en el primer franquismo” de José Sanchis Sinisterra, cuadro “El anillo” con dirección de Teresita Galimany, “Tu ternura molotov” de Gustavo Ott con dirección de Corina Fiorillo, “Tres historias del mar” de Mariana de Althaus con dirección de Carlos Ianni, entre otras.
Ha sido seleccionada con la obra “El término” (Rol: Medea) del autor nacional Rolando Pérez (ganador del premio Iberescena a la Creación Dramatúrgica 2010) para el 6to. Encuentro de Teatro Olavarría 2009 y para la 3ra. Edición de la Muestra Nacional de Teatro, “La Banda, la muestra” Sgo. del Estero, 2009.
Ha presentado dentro del marco del ciclo Teatro por la Identidad (TxI) en la sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes y Teatro de la Comedia la obra “Virtual” de José Sanchis Sinisterra como parte de las obras presentadas por el CELCIT, año 2010.
Se ha presentado en ciclos de teatro leído y semimontado tales como el II Ciclo de Lecturas Públicas, Nueva Dramaturgia Latinoamericana, organizado por la Maestría en Dramaturgia del Departamento de Artes Dramáticas del IUNA, con la obra “Caminos” de Rubens Rewald (Brasil), coordinación: Patricia Zangaro.
Paula Etchebehere
Directora teatral, actriz, bailarina y docente. Cuenta con una amplia formación en las más variadas artes escénicas: teatro, puesta en escena, expresión corporal, danzas clásicas y contemporáneas, jazz, improvisación y composición, contact improvisation, tango, música y literatura. Se ha formado en las mencionadas disciplinas con docentes de la talla de Miguel Guerberoff, Augusto Fernández, Guillermo Angelelli, Rubén Szuchmacher, Perla Jaritonsky, Liliana Cepeda, Luis Baldasarre, Renate Schotelius, Teresa Duggan, María Narvaja, Adriana Barenstein, Alma Falkemberg, Pepito Avellaneda, Daniel Brooks y Santiago Kovadolf entre otros.
Ha estrenado en el rol de directora y/o actriz numerosas obras de teatro y danza-teatro en los más variados espacios escénicos: Centro Cultural Ricardo Rojas, Teatro Municipal General San Martín, Teatro Nacional Cervantes, Teatro Colón y Centro Cultural Recoleta, entre otros, y ha participado con las mismas en encuentros y festivales nacionales e internacionales.
Integró el Grupo Danza Teatro de la UBA dirigido por Adriana Barenstein y ha participado como coreógrafa, bailarina y/o actriz invitada en diversos ciclos, espectáculos y/o festivales de teatro y danza-teatro nacionales e internacionales y ha realizado giras por países tales como: Italia, Polonia, Holanda y España.
Ha sido designada por el consejo académico del IUNA, Instituto Universitario Nacional del Arte, como “Coordinadora general del área corporal” y Titular de la cátedra “Entrenamiento Corporal del Actor”, cargo en los cuales se desempeña en la actualidad.
Ha dictado cursos intensivos para docentes en el interior y exterior del país (Unam, Mejico y en La Universidad de Teatro de Porto Alegre).
Sus trabajos más destacados son: “Avalancha”, obra de teatro- danza, seleccionada para participar en “Buenos Aires no duerme”; “Marathon”, como bailarina de tango, dirigida por Jaime Kogan (Teatro Colón); “Solo para Bailarina”, como asistente de Alejandro Cervera (Instituto Goethe); “Nunca estuve en otra parte”, obra seleccionada como parte del ciclo “Historias” (Centro Cultural Ricardo Rojas), “Traje-2”, obra basada en “Acto sin Palabras” (realizada a pedido de la embajada de Francia y el Centro Cultural Ricardo Rojas) en conmemoración al centenario del nacimiento de Samuel Beckett; “Tango en Conferencia” y “Postales Argentinas” unitario filmado para la BBC de Londres, junto al actor Clive James.
Realizó la dirección de actores de la obra “The Box” (Teatro del nudo, Junio 2010) y es la directora y coautora de “Querida Marta” (2 temporadas en el espacio Pata de ganso), unipersonal que ha ganado los premios a mejor dirección, mejor actriz y mejor obra en el Encuentro de Teatro Otoño Azul, Provincia de Buenos Aires, Argentina (Edición 2009) y ha sido nominado a los premios ACE en el rubro “Mejor actriz” (Irene Sexer).
Entre sus últimas puestas se destaca “Batir de Alas” de Gilda Bona, estrenada en el 2009 en el Espacio Kafka, realizando temporada 2010 en la sala “NoAvestruz”, con el apoyo del FNA y Proteatro, y seleccionada para la “FIESTA CABA 2010” entre 160 espectáculos y para el 2do. Mercado de las Artes Escénicas y la Música, Córdoba, 2011.
Actualmente presenta “Elevé”, espectáculo de danza-teatro en No avestruz y "Otros gritos" en el Teatro del Pueblo.
La autora
Gilda Bona
Escritora. Dramaturga. Se formó en dramaturgia con Patricia Zangaro y en puesta en escena con Rubén Szuchmacher. Fue Editora Regional de Argentina Handbook Travel Guide, corresponsal en Argentina de la revista World Press Review, redactora de Sojour International Magazine (Argentina). Escribió artículos, conjuntamente con Brad Krupsaw, para la revista Nacla Report on the Americas, (USA). Tradujo al inglés obras de teatro y guiones de cine de Lucía Laragione, Patricia Zangaro, José Glusman, entre otros. Fue autora regular del Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo
para el que escribió monólogos. Varios de los mismos fueron leídos en diferentes ciclos de “Teatroxlaindentidad”. Dirigió “El gavilán”, de su autoría. Estrenó “Santa lucha”, dentro del espectáculo “Fragmentos”, con dirección de Lorenzo Juster. Estrenó “Boquitas”, a partir de textos de “Boquitas Pintadas” de Manuel Puig, con dirección de Paula Travnik.
negrapuroteatro.blogspot.com
para el que escribió monólogos. Varios de los mismos fueron leídos en diferentes ciclos de “Teatroxlaindentidad”. Dirigió “El gavilán”, de su autoría. Estrenó “Santa lucha”, dentro del espectáculo “Fragmentos”, con dirección de Lorenzo Juster. Estrenó “Boquitas”, a partir de textos de “Boquitas Pintadas” de Manuel Puig, con dirección de Paula Travnik.
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Críticas / Opiniones
Moira Soto / Pan y Teatro Social Club (Audio)
Página 12 / Suplemento Las 12
Crítica Teatral
A sala llena
Leedor.com
La Opinión Semanario
Geoteatral
Revista Llegás
Entrevista Télam
Sonia Jaroslavsky / Las 12 / Página 12
Elva – con v corta – quiere su propio “batir de alas” y no hacer como la Marita, su hermana, “que buque tomó” y “se vació”. ¿Por qué batir? ¿Por qué tomarse el buque? ¿Por qué el hambre podría desencadenar en una madre las acciones más lamentables? La opresión, la humillación y manipulación de Don Orellana, el dueño del único almacén del pueblo, se propaga al resto de las mujeres de la familia cuando encuentra que no puede seguir abusando de una de ellas. A la madre ahora le queda una hija para ofrecer a cambio de alimentos. En un duelo corporal y un dulce, rítmico y agudo juego de palabras Elva se las ingeniará, una y otra vez, para desviar la mirada de su madre e intentar “batir”.
La madre impiadosa grita defendiéndose ante Elva que ella no ha vendido a su hija, sino que el hombre se la ha comprado. El juego de palabras que propone la dramaturga Gilda Bona despliega un sinfín de asociaciones en el relato. Vaciar, palabra que por repetición en la obra se traducirá en signo de muerte. Cada palabra exige una escucha atenta para el espectador. Pero esta atención que puede volverse compleja en su seguimiento es acertadamente elaborada desde la dirección de Paula Etchebehere, fiel a su formación y desarrollo como bailarina, diectora y dramaturga, proponiendo una lectura corporal del texto que acontece en escena. En este diálogo corporal y de escucha entre las intérpretes, y que disfruta el espectador, se encuentra el hallazgo de la propuesta que (además de estar a cargo de dos excelentes actrices como Raquel Albeniz y María Forni) desarrolla una dramaturgia corporal exquisita que enriquece aún más el bello texto de Bona. Como bien dice la directora: “Las actrices recorren un texto capaz de crear un universo tan singular, a la vez humorístico y crudo, imaginativo y musical, metafórico y directo en el que el diálogo está prácticamente reinventado”. La idea de un cuerpo para una obra fue desarrollada por la directora de Batir de alas: “Cuerpos con hambre, debilitados, pero a los que sigue moviendo el ansia de … Y nos preguntamos: ¿Ansia de comer? ¿De comer al otro? ¿De liberarse? ¿De seguir atado a otro? Rápidamente traté de poner a las actrices al servicio de sus propios impulsos, la carne, la piel al desnudo, el contacto entre ellas, el poco espacio en el que ensayábamos, los sonidos del patio o el baño. Nos fuimos topando con más preguntas y muchos aciertos acerca de quiénes son estas dos mujeres. En ese momento decidimos que no eran de clase baja o humilde, sino todo lo contrario, entendiendo que en esa decisión abríamos más el juego, y no caíamos en un cliché (hablar del hambre de los pobres), sino que el hambre superara toda posibilidad de frontera, que le perteneciera a “ellas” también que, incluso, lo tuvieron todo, y se quedaron sin nada”.
Paula Etchebehere cuenta que lo primero que le impactó de este texto fue su musicalidad y el golpeteo de cada palabra: “Obviamente que la historia de esas mujeres, el espacio donde se sitúan, el vínculo entre ellas, la relación con la explotación del que “tiene para comer” en un escenario de hambre brutal, me tomó por completo. Por otro lado, me impactó la presencia del Orellana, que llegamos a imaginar como tan poderosa que pensamos realizar una imagen en video proyectada. Como un Dios todopoderoso que está e todos lados. Por suerte en la síntesis, los cuerpos volvieron fuerte con sus presencias (y las actrices con su carácter) en remarcar este signo, sin necesidad de recursos extras.”
El espectáculo se completa con la escenografía realizada por Magali Acha que se transforma en un espacio absurdamente delimitado, recortado en un espacio mayor, del cual se puede “entrar” o “salir” sólo con decidirlo (para la mirada del espectador) que juega con el límite “real” de la falta de libertad que propone el texto de Bona. Lautaro Cottet realiza la música original para la obra que ayuda a destacar, en esa pintura general, la picardía – de la hija por tramar su huída -, la opresión de la trompeta que sugiere desolación, y las alas de libertad. Recursos sutiles que colaboran a profundizar el clima general de crudeza y humor que propone Batir de alas.
Gabriel Peralta / Crítica Teatral:
La sociedad hambreada
El estupendo texto de Gilda Bona impone cadencias, ritmos, constituye el relato literal como acción transformadora del presente, en un continuo quiebre tiempos y atmósferas.
A esta partitura la directora Paula Etchebehere le agrega un trabajo sensorial/espacial que no solo profundiza las bondades del texto, sino que posibilita que la obra llegue a estados de irrealidad sin que se pierda de vista el tema principal: el hambre como disparador de las acciones más impensadas de los seres humanos.
Pero lo que realmente sacude, es que todos los signos antedichos no dejan dudas sobre que país y que sector de la población es atravesado por este flagelo. Y es ahí en donde Batir de Alas adquiere su dimensión de doloroso grotesco, ya que la risa y el delirio son los únicos catalizadores de tanto horror y bajeza.
El ascético y bello trabajo de Magali Acha, tanto en escenografía como en luces, brinda el marco de desamparo que la obra requiere, a la vez que ubica en que escala social se encuentran ubicados los personajes.
El vestuario a cargo de la misma Etchebehere adquieren el rango de metáfora, cada prenda o accesorio figuran los distintos estadios que recorren los personajes dentro de la obra.
Raquel Albéniz y María Forni realizan muy buenos trabajos, en un compromiso emocional y físico que transmite el desquiciado universo en que habitan esas mujeres, tan al borde de todo.
Batir de alas es una obra en que una afinadísima estética pone en primer plano un tema que siempre se esconde y ningunea: la sociedad hambreada.
Gonzalo Facundo López / A sala llena
El relato de Batir de Alas nos habla, en primer lugar, sobre el hambre. En un vinculo “casi animal” entre madre e hija, el hambre de años y el hambre de ahora son los tópicos principales. El hambre de María (la madre) que ha sostenido a lo largo del tiempo y el hambre de Elba (la hija) relacionado a una búsqueda del afuera, un mundo al que parece no pertenecer. “El hambre aprieta como cinturón de la castidad” Batir de alas queriendo escapar.
El trabajo actoral a cargo de Raquel Albeniz y María Forni es impecable, logran construir actuaciones singulares, a partir de un código particular y diferente, e introducen climas muy diversos a lo largo de toda la obra. El trabajo sobre el gesto y el cuerpo es realmente maravilloso, de lo que se traduce un muy buen trabajo de la directora Paula Etchebehere sobre las actrices y una comprensión sensible y corporal de éstas ultimas.
Desde los procedimientos específicos de la dirección, la elección y construcción espacial es un gran hallazgo de Batir de Alas: un espacio cerrado, que, a pesar de poder abrirse, nunca deja de estar cerrado, en correspondencia intima con los deseos de estas dos mujeres a las que el hambre ha coartado las salidas. Otro de los procedimientos resulta ser la “polifonía”. En Batir de Alas, Elba no es solo Elba, sino también el resto de los personajes que van volviéndose voz y carne en ella, y finalmente, también en María.
El recurso musical es quizás lo más endeble de esta puesta en escena, puesto que no logra completar sentido en relación a lo que se ve, pero que, de todas formas, no hace caer la hipótesis general ni lo interesante de la obra.
En conclusión, Batir de Alas, un espectáculo de unos cuarenta minutos, es una concentración de procedimientos y elementos disponibles a ser visitados –y disfrutados- por el espectador.
Mónica Berman / Revista Llegás:
Partir es morir un poco
EN UN RINCON RURAL NADA HOSPITALARIO, DOS MUJERES ACORRALADAS POR EL HAMBRE Y LA EXCLUSION INTENTAN ENCONTRAR UNA SALIDA A SU SITUACION DESESPERANTE. EN batir de alas NO HAY LIMITES NI RESTRICCIONES PARA loS DESEOS DESBOCADOS POR LA NECESIDAD.
Existen varios nombres posibles para la partida (“Tomó buqué”, “Batió alas”, “Tomó tren”) y ninguno para el regreso. Pero no sólo la que se fue ejerció la partida; las que se quedaron también se van, porque permanecer en un lugar no significa quedarse.
Dos universos diferentes se inscriben en Batir de alas. Uno puede observarse desde la platea, cercana, pero con una clara frontera establecida respecto de los espectadores. Un rectángulo de metal y tierra determina el adentro y el afuera, aunque ese adentro casi sin paredes, desnudo, también inscribe el desamparo y el vacío. El otro universo se hace presente desde la instancia del relato y de la representación.
Sucede, sin embargo, que uno y otro se mezclan, se entrecruzan e incluso algo de lo que acontece en el orden de lo narrado tiene incidencia directa en la vida “real” de las dos protagonistas.
Dos mujeres, madre e hija, en un espacio paupérrimo intercambian palabras, frases desmembradas, rotas, desplazadas, que adquieren un sentido propio en el marco de la puesta en escena. El cambio de orden en la sintaxis, la reiteración constante y un léxico bastante particular establecen, en los primeros momentos, distancia con quienes escuchan. Prontamente se entra en el código y la lengua se vuelve transparente.
Decíamos que había un universo del orden de los relatos que, aquí, cobran una dimensión imponente por más de una razón. En sentido estricto, no existe una referencia a un hecho del pasado. Elba, la hija, parece entrar en una dimensión paralela a la de la escena y le cuenta a su madre lo que ve, hace de interlocutora para el personaje imaginario y le transmite a María lo que ese personaje “dice”. Es decir, describe algo que ni vemos ni escuchamos (aquí la madre y los espectadores se encuentran en la misma situación) y el recurso permite reconstruir la historia de aquella a la que esperan y la de las dos desesperadas de la escena.
“Viéndolo”, “Viéndola” afirma Elba. E inicia un extraño recorrido, en el que cuenta gestos, objetos, acciones, paisajes y palabras.
Los personajes que pueblan la escena –Orellana, Marita, el motorista– aparecen filtrados por el decir de Elba, modelados por ella. A medida que la propuesta avanza, lo que es del orden de la palabra y del gesto que ellas asumen representando el relato empieza a tener (falsas) consecuencias en las dos mujeres.
La ficción es asumida por la madre, como si fuera parte de la realidad que vive. La hija en cambio, manipula esa ficción para justificar sus propias acciones (se decidirá a partir, dice, porque su hermana la llama, le pide ayuda).
De manera vicaria, se permiten lo que les está habitualmente prohibido: comer, usar anteojos, tener dientes postizos, matar a alguien. Ahora bien, estos recursos pueden pensarse como elusivos justamente en relación con la temática que se plantea.
María dice que hace días y noches que no come (nada nos hace pensar que Elba haya comido, sólo que no se queja); el dueño del almacén podría facilitarles algo pero no lo hará de manera gratuita.
El lenguaje quebrado, semi comprensible, oscuro, puede entenderse a partir de ciertas trabas: no es posible decir el hambre, ni el sometimiento sexual, ni que una madre intercambia a su hija mayor por alimento. Esta construcción lingüística, en el borde de lo decible, pone en evidencia lo impracticable de hablar de ciertas cosas.
En Batir de alas, morir es vaciarse, porque la idea de vacío es una de las más contundentes para estas dos mujeres al pie del abismo.
María Cecilia González / Geo Teatral:
Una obra atravesada por el humor, la crueldad y el hambre, en un marco poético y terrenal.
“Una María impiadosa, vendedora de una Marita” y “Una Elva. Una pura y recontrapura Elva. Una gran Elva”… “Un vínculo casi animal entre una madre “impiadosa” y una hija que busca un escape…”.
Desde el comienzo, el hambre es el que impulsa la escena, convirtiéndose en el gran generador del conflicto. A partir de allí las actrices irán recorriendo el texto para lograr saldar el hambre que las aqueja en este escenario en donde la música, a la vez que habilita los pasajes de distintos momentos para generar la ilusión del paso del tiempo, ayuda a enrarecer y singularizar el mundo en el que viven.
Los personajes se construyen y deconstruyen dentro del texto, a la vez que juegan con el espacio. Este espacio logra adaptarse de manera precisa y funcional a las diferentes dinámicas corporales y textuales, que manejan hábilmente las actrices.
Dentro de estos juegos, aparece el humor, la crueldad y un hambre poéticamente atroz.
Enmarcadas en un espacio escénico particularmente flexible, las actrices interactúan en un medio que devendrá en trinchera, en balcón de discursos, en una distracción en medio de la indigencia.
Atrapadas en su realidad, Madre e hija, encuentran la única salida posible: una historia que desvía por momentos la atención sobre el hambre y el encierro, un batir de alas que busca liberar a la hija de esa madre.
Teresa Gatto / El leedor:
¿Se puede escribir un texto poético sobre el hambre sin caer en localismos, costumbrismos y literalidades? Si, se puede.
El excelente trabajo de escritura de Gilda Bona asedia y alcanza la palabra poética, plagada de imágenes que en la excelente dirección de Paula Etchebehere logra que Raquel Albeniz, como María y María Forni, como Elva, se luzcan tanto en lo oral como en la traducción corporal del hambre.
El trabajo orgánico y la disponibilidad con que las actrices salen a escena, no sólo habla de una técnica precisa y excelsa sino que también muestra lo que una directora puede conseguir cuando sabe, inteligentemente, aprovechar los materiales que su elenco le brinda.
El diseño espacial despojado y vacío como las entrañas de los personajes, nos presenta una casa de chapas rodeada de rectángulos en donde hay tierra yerma, nada crece allí, nada que llevarse a la boca. Esa tierra plana semeja imágenes de la llanura bárbara en la que sobrevivir es una quimera. Es la misma tierra que María hurga buscando algo, una esperanza o una refutación de la privación que ya se muestra perenne.
Pocos elementos extradiegéticos como el sonido de una trompeta dan un sutil marco sonoro a esta puesta. Etchebehere no necesita nada más, sus actrices llenan todos los espacios y no requieren de otros elementos para mostrar que allá, afuera, la única posibilidad es batir las alas y partir.
El hambre es la condición de posibilidad de esta historia, es un hambre cruel por definición, un hambre que duele, que contorsiona de manera eficaz los cuerpos de quienes la padecen. Un hambre que hace estragos infinitos y que obliga al abandono, un hambre tan ingente que obliga a batir alas.
La opinión / Semanario de San Pedro:
Un texto rico en matices poéticos que narra la historia de una madre impiadosa y una hija que busca sus propios caminos en parlamentos crueles, humorísticos y refinados puestos en escena de forma impecable por las dos actrices y en el que se nota el fino trabajo de dirección que mantiene una intensidad sin descansos a lo largo de toda la obra.
Martín Wullich / News
Extraño texto, repetitivo, confuso, aunque divertidamente pletórico de campechanos decires. Este batir de alas levanta vuelo gracias al estupendo trabajo de las actrices que encarnan madre e hija detenidas en el tiempo de un pueblo perdido, a la expectativa de un personaje que nunca aparecerá. Disquisiciones sobre la espera y el cotidiano devenir, idas y vueltas, preguntas sobre lo que las rodea y su mundo íntimo definen su personalidad, producto de un pasado que expone sus heridas, aun abiertas y con pocas posibilidades de cicatrizar. En eso están, en eso seguirán.
Raquel Albéniz y María Forni dan todo de si para corporizar a estas desgraciadas mujeres, con notable manejo corporal, caminando, saltando, bailando y deslizándose hasta el sucio piso de tierra del alicaído y penumbroso rancho que, sin embargo, las cobija hasta el final, hasta el momento de una ineludible partida. Aprovechando la creativa y elocuente escenografía de Magalí Acha, la directora Paula Etchebehere ha manejado los movimientos e inflexiones de los personajes con una precisa marcación, que otorga las justas dosis de tragedia y comedia, en el brevísimo desarrollo de un notable ejercicio teatral.
La opinión del público / Alternativa Teatral:
31/10/2009 - María Rosa Pfeiffer
Sabía que iba a ver a dos excelentes actrices. Pero, además me encontré con la sorpresa de un texto maravilloso, pletórico de imágenes. Una temática que puede verse amenazada por formas costumbristas,no sólo escapa de los estereotipos, sino que adquiere, a través del lenguaje y del decir de las actrices, un inusitado vuelo poético.
Excelente el ritmo de la puesta en escena y la banda sonora.
Para disfrutarla.
29/10/2009 - Laura Coton
Batir de Alas es una obra enorme, que nadie se confunda por su formato. Desde el exquisito trabajo con el lenguaje, puede presentarse una historia ríspida y así resultar no solo soportable, sino regocijante. El texto de Batir de Alas es poético y refinado, lo cual le permite profundizar la crueldad y jugar con el humor. La dirección ha sabido sostener un ritmo intenso, que no permite descansos. El hambre funciona como motor y conflicto, y como tal es feroz y nos alcanza en oleadas cada vez más bestiales. Las actuaciones de Raquel Albeniz y María Forni son sobresalientes, hay entre ellas una comunicación tal que permite al texto fluir y al cuerpo ser texto. Es de lo mejor que he visto en el último año. Merece toda la atención de los medios. He salido feliz y agradecida del teatro.
04/10/2009 - Sil Maiten
Vi luz y entré. No fui invitada por nadie, como nos suele suceder a los artistas.
Me encontré con un texto fascinante. Una historia que contada de forma lineal, tal vez nada aportaría, dicha con esas medias frases por María, que la hacen más que interesante. Y "llamativamente" se entiende perfectamente lo que dice, de que está hablando.
Dos excelentes actrices.
Permitanme decirles que hace mucho que no salgo tan llena de una obra, aunque sus personajes se hayan quedado con hambre.
Gracias
05/04/2010 - Maria Peña
Fui a ver la obra porque trato de ver todas las obras en que trabaja Raquel Albéniz, actriz que sigo por su interesante propuesta de actuación. En términos generales me pareció una abstracción dramático-poética que eleva al público, una síntesis en la cual uno se podría sentir incluido desde infinitos lugares. La actuación dinámica, desde lo corporal y lo oral vehiculizan con arte un texto de diálogos que apuntan a la inteligencia y subvierte complacencias. Claro e innegable el valor de la dirección y puesta en escena. María Forni nos hace sentir aquello de elvas que todos hemos tenido o tenemos (fantaseo con haber traspasado el portón, pero si así no fuera, María Forni me hizo sentir muchas ganas de hacerlo) y María (Raquel Albéniz) juega impecable con la sordidez y oscuridad del personaje, su juego actoral no lo disculpa sino que lo torna más palpable, más real y cotidiano, más cercano a nuestra propia piel.
He calificado con menor puntaje a la música, no por la música en sí, para ser justa debería ver la obra nuevamente, pero desde lo auditivo no estaba muy clara la propuesta, en cuanto a intensidad, por momentos, me dejó la sensación de algo colateral, también por momentos era como muy fugaz. Cuando vuelva a verla me voy a referir más extenso sobre el tema. Estoy diciendo entonces, que voy a regresar, ojalá sea en esa magnífica sala.
04/04/2010 - Mirtha
Un texto crudo y bello, enriquecido con dos maravillosas actuaciones...
El dolor de esa hija, en el final de la obra, que decide batir sus alas, logró conmoverme.
Gracias por un espectáculo de altísima calidad.
Saludos.
Página 12 / Suplemento Las 12
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Entrevista Télam
Sonia Jaroslavsky / Las 12 / Página 12
Elva – con v corta – quiere su propio “batir de alas” y no hacer como la Marita, su hermana, “que buque tomó” y “se vació”. ¿Por qué batir? ¿Por qué tomarse el buque? ¿Por qué el hambre podría desencadenar en una madre las acciones más lamentables? La opresión, la humillación y manipulación de Don Orellana, el dueño del único almacén del pueblo, se propaga al resto de las mujeres de la familia cuando encuentra que no puede seguir abusando de una de ellas. A la madre ahora le queda una hija para ofrecer a cambio de alimentos. En un duelo corporal y un dulce, rítmico y agudo juego de palabras Elva se las ingeniará, una y otra vez, para desviar la mirada de su madre e intentar “batir”.
La madre impiadosa grita defendiéndose ante Elva que ella no ha vendido a su hija, sino que el hombre se la ha comprado. El juego de palabras que propone la dramaturga Gilda Bona despliega un sinfín de asociaciones en el relato. Vaciar, palabra que por repetición en la obra se traducirá en signo de muerte. Cada palabra exige una escucha atenta para el espectador. Pero esta atención que puede volverse compleja en su seguimiento es acertadamente elaborada desde la dirección de Paula Etchebehere, fiel a su formación y desarrollo como bailarina, diectora y dramaturga, proponiendo una lectura corporal del texto que acontece en escena. En este diálogo corporal y de escucha entre las intérpretes, y que disfruta el espectador, se encuentra el hallazgo de la propuesta que (además de estar a cargo de dos excelentes actrices como Raquel Albeniz y María Forni) desarrolla una dramaturgia corporal exquisita que enriquece aún más el bello texto de Bona. Como bien dice la directora: “Las actrices recorren un texto capaz de crear un universo tan singular, a la vez humorístico y crudo, imaginativo y musical, metafórico y directo en el que el diálogo está prácticamente reinventado”. La idea de un cuerpo para una obra fue desarrollada por la directora de Batir de alas: “Cuerpos con hambre, debilitados, pero a los que sigue moviendo el ansia de … Y nos preguntamos: ¿Ansia de comer? ¿De comer al otro? ¿De liberarse? ¿De seguir atado a otro? Rápidamente traté de poner a las actrices al servicio de sus propios impulsos, la carne, la piel al desnudo, el contacto entre ellas, el poco espacio en el que ensayábamos, los sonidos del patio o el baño. Nos fuimos topando con más preguntas y muchos aciertos acerca de quiénes son estas dos mujeres. En ese momento decidimos que no eran de clase baja o humilde, sino todo lo contrario, entendiendo que en esa decisión abríamos más el juego, y no caíamos en un cliché (hablar del hambre de los pobres), sino que el hambre superara toda posibilidad de frontera, que le perteneciera a “ellas” también que, incluso, lo tuvieron todo, y se quedaron sin nada”.
Paula Etchebehere cuenta que lo primero que le impactó de este texto fue su musicalidad y el golpeteo de cada palabra: “Obviamente que la historia de esas mujeres, el espacio donde se sitúan, el vínculo entre ellas, la relación con la explotación del que “tiene para comer” en un escenario de hambre brutal, me tomó por completo. Por otro lado, me impactó la presencia del Orellana, que llegamos a imaginar como tan poderosa que pensamos realizar una imagen en video proyectada. Como un Dios todopoderoso que está e todos lados. Por suerte en la síntesis, los cuerpos volvieron fuerte con sus presencias (y las actrices con su carácter) en remarcar este signo, sin necesidad de recursos extras.”
El espectáculo se completa con la escenografía realizada por Magali Acha que se transforma en un espacio absurdamente delimitado, recortado en un espacio mayor, del cual se puede “entrar” o “salir” sólo con decidirlo (para la mirada del espectador) que juega con el límite “real” de la falta de libertad que propone el texto de Bona. Lautaro Cottet realiza la música original para la obra que ayuda a destacar, en esa pintura general, la picardía – de la hija por tramar su huída -, la opresión de la trompeta que sugiere desolación, y las alas de libertad. Recursos sutiles que colaboran a profundizar el clima general de crudeza y humor que propone Batir de alas.
Gabriel Peralta / Crítica Teatral:
La sociedad hambreada
El estupendo texto de Gilda Bona impone cadencias, ritmos, constituye el relato literal como acción transformadora del presente, en un continuo quiebre tiempos y atmósferas.
A esta partitura la directora Paula Etchebehere le agrega un trabajo sensorial/espacial que no solo profundiza las bondades del texto, sino que posibilita que la obra llegue a estados de irrealidad sin que se pierda de vista el tema principal: el hambre como disparador de las acciones más impensadas de los seres humanos.
Pero lo que realmente sacude, es que todos los signos antedichos no dejan dudas sobre que país y que sector de la población es atravesado por este flagelo. Y es ahí en donde Batir de Alas adquiere su dimensión de doloroso grotesco, ya que la risa y el delirio son los únicos catalizadores de tanto horror y bajeza.
El ascético y bello trabajo de Magali Acha, tanto en escenografía como en luces, brinda el marco de desamparo que la obra requiere, a la vez que ubica en que escala social se encuentran ubicados los personajes.
El vestuario a cargo de la misma Etchebehere adquieren el rango de metáfora, cada prenda o accesorio figuran los distintos estadios que recorren los personajes dentro de la obra.
Raquel Albéniz y María Forni realizan muy buenos trabajos, en un compromiso emocional y físico que transmite el desquiciado universo en que habitan esas mujeres, tan al borde de todo.
Batir de alas es una obra en que una afinadísima estética pone en primer plano un tema que siempre se esconde y ningunea: la sociedad hambreada.
Gonzalo Facundo López / A sala llena
El relato de Batir de Alas nos habla, en primer lugar, sobre el hambre. En un vinculo “casi animal” entre madre e hija, el hambre de años y el hambre de ahora son los tópicos principales. El hambre de María (la madre) que ha sostenido a lo largo del tiempo y el hambre de Elba (la hija) relacionado a una búsqueda del afuera, un mundo al que parece no pertenecer. “El hambre aprieta como cinturón de la castidad” Batir de alas queriendo escapar.
El trabajo actoral a cargo de Raquel Albeniz y María Forni es impecable, logran construir actuaciones singulares, a partir de un código particular y diferente, e introducen climas muy diversos a lo largo de toda la obra. El trabajo sobre el gesto y el cuerpo es realmente maravilloso, de lo que se traduce un muy buen trabajo de la directora Paula Etchebehere sobre las actrices y una comprensión sensible y corporal de éstas ultimas.
Desde los procedimientos específicos de la dirección, la elección y construcción espacial es un gran hallazgo de Batir de Alas: un espacio cerrado, que, a pesar de poder abrirse, nunca deja de estar cerrado, en correspondencia intima con los deseos de estas dos mujeres a las que el hambre ha coartado las salidas. Otro de los procedimientos resulta ser la “polifonía”. En Batir de Alas, Elba no es solo Elba, sino también el resto de los personajes que van volviéndose voz y carne en ella, y finalmente, también en María.
El recurso musical es quizás lo más endeble de esta puesta en escena, puesto que no logra completar sentido en relación a lo que se ve, pero que, de todas formas, no hace caer la hipótesis general ni lo interesante de la obra.
En conclusión, Batir de Alas, un espectáculo de unos cuarenta minutos, es una concentración de procedimientos y elementos disponibles a ser visitados –y disfrutados- por el espectador.
Mónica Berman / Revista Llegás:
Partir es morir un poco
EN UN RINCON RURAL NADA HOSPITALARIO, DOS MUJERES ACORRALADAS POR EL HAMBRE Y LA EXCLUSION INTENTAN ENCONTRAR UNA SALIDA A SU SITUACION DESESPERANTE. EN batir de alas NO HAY LIMITES NI RESTRICCIONES PARA loS DESEOS DESBOCADOS POR LA NECESIDAD.
Existen varios nombres posibles para la partida (“Tomó buqué”, “Batió alas”, “Tomó tren”) y ninguno para el regreso. Pero no sólo la que se fue ejerció la partida; las que se quedaron también se van, porque permanecer en un lugar no significa quedarse.
Dos universos diferentes se inscriben en Batir de alas. Uno puede observarse desde la platea, cercana, pero con una clara frontera establecida respecto de los espectadores. Un rectángulo de metal y tierra determina el adentro y el afuera, aunque ese adentro casi sin paredes, desnudo, también inscribe el desamparo y el vacío. El otro universo se hace presente desde la instancia del relato y de la representación.
Sucede, sin embargo, que uno y otro se mezclan, se entrecruzan e incluso algo de lo que acontece en el orden de lo narrado tiene incidencia directa en la vida “real” de las dos protagonistas.
Dos mujeres, madre e hija, en un espacio paupérrimo intercambian palabras, frases desmembradas, rotas, desplazadas, que adquieren un sentido propio en el marco de la puesta en escena. El cambio de orden en la sintaxis, la reiteración constante y un léxico bastante particular establecen, en los primeros momentos, distancia con quienes escuchan. Prontamente se entra en el código y la lengua se vuelve transparente.
Decíamos que había un universo del orden de los relatos que, aquí, cobran una dimensión imponente por más de una razón. En sentido estricto, no existe una referencia a un hecho del pasado. Elba, la hija, parece entrar en una dimensión paralela a la de la escena y le cuenta a su madre lo que ve, hace de interlocutora para el personaje imaginario y le transmite a María lo que ese personaje “dice”. Es decir, describe algo que ni vemos ni escuchamos (aquí la madre y los espectadores se encuentran en la misma situación) y el recurso permite reconstruir la historia de aquella a la que esperan y la de las dos desesperadas de la escena.
“Viéndolo”, “Viéndola” afirma Elba. E inicia un extraño recorrido, en el que cuenta gestos, objetos, acciones, paisajes y palabras.
Los personajes que pueblan la escena –Orellana, Marita, el motorista– aparecen filtrados por el decir de Elba, modelados por ella. A medida que la propuesta avanza, lo que es del orden de la palabra y del gesto que ellas asumen representando el relato empieza a tener (falsas) consecuencias en las dos mujeres.
La ficción es asumida por la madre, como si fuera parte de la realidad que vive. La hija en cambio, manipula esa ficción para justificar sus propias acciones (se decidirá a partir, dice, porque su hermana la llama, le pide ayuda).
De manera vicaria, se permiten lo que les está habitualmente prohibido: comer, usar anteojos, tener dientes postizos, matar a alguien. Ahora bien, estos recursos pueden pensarse como elusivos justamente en relación con la temática que se plantea.
María dice que hace días y noches que no come (nada nos hace pensar que Elba haya comido, sólo que no se queja); el dueño del almacén podría facilitarles algo pero no lo hará de manera gratuita.
El lenguaje quebrado, semi comprensible, oscuro, puede entenderse a partir de ciertas trabas: no es posible decir el hambre, ni el sometimiento sexual, ni que una madre intercambia a su hija mayor por alimento. Esta construcción lingüística, en el borde de lo decible, pone en evidencia lo impracticable de hablar de ciertas cosas.
En Batir de alas, morir es vaciarse, porque la idea de vacío es una de las más contundentes para estas dos mujeres al pie del abismo.
María Cecilia González / Geo Teatral:
Una obra atravesada por el humor, la crueldad y el hambre, en un marco poético y terrenal.
“Una María impiadosa, vendedora de una Marita” y “Una Elva. Una pura y recontrapura Elva. Una gran Elva”… “Un vínculo casi animal entre una madre “impiadosa” y una hija que busca un escape…”.
Desde el comienzo, el hambre es el que impulsa la escena, convirtiéndose en el gran generador del conflicto. A partir de allí las actrices irán recorriendo el texto para lograr saldar el hambre que las aqueja en este escenario en donde la música, a la vez que habilita los pasajes de distintos momentos para generar la ilusión del paso del tiempo, ayuda a enrarecer y singularizar el mundo en el que viven.
Los personajes se construyen y deconstruyen dentro del texto, a la vez que juegan con el espacio. Este espacio logra adaptarse de manera precisa y funcional a las diferentes dinámicas corporales y textuales, que manejan hábilmente las actrices.
Dentro de estos juegos, aparece el humor, la crueldad y un hambre poéticamente atroz.
Enmarcadas en un espacio escénico particularmente flexible, las actrices interactúan en un medio que devendrá en trinchera, en balcón de discursos, en una distracción en medio de la indigencia.
Atrapadas en su realidad, Madre e hija, encuentran la única salida posible: una historia que desvía por momentos la atención sobre el hambre y el encierro, un batir de alas que busca liberar a la hija de esa madre.
Teresa Gatto / El leedor:
¿Se puede escribir un texto poético sobre el hambre sin caer en localismos, costumbrismos y literalidades? Si, se puede.
El excelente trabajo de escritura de Gilda Bona asedia y alcanza la palabra poética, plagada de imágenes que en la excelente dirección de Paula Etchebehere logra que Raquel Albeniz, como María y María Forni, como Elva, se luzcan tanto en lo oral como en la traducción corporal del hambre.
El trabajo orgánico y la disponibilidad con que las actrices salen a escena, no sólo habla de una técnica precisa y excelsa sino que también muestra lo que una directora puede conseguir cuando sabe, inteligentemente, aprovechar los materiales que su elenco le brinda.
El diseño espacial despojado y vacío como las entrañas de los personajes, nos presenta una casa de chapas rodeada de rectángulos en donde hay tierra yerma, nada crece allí, nada que llevarse a la boca. Esa tierra plana semeja imágenes de la llanura bárbara en la que sobrevivir es una quimera. Es la misma tierra que María hurga buscando algo, una esperanza o una refutación de la privación que ya se muestra perenne.
Pocos elementos extradiegéticos como el sonido de una trompeta dan un sutil marco sonoro a esta puesta. Etchebehere no necesita nada más, sus actrices llenan todos los espacios y no requieren de otros elementos para mostrar que allá, afuera, la única posibilidad es batir las alas y partir.
El hambre es la condición de posibilidad de esta historia, es un hambre cruel por definición, un hambre que duele, que contorsiona de manera eficaz los cuerpos de quienes la padecen. Un hambre que hace estragos infinitos y que obliga al abandono, un hambre tan ingente que obliga a batir alas.
La opinión / Semanario de San Pedro:
Un texto rico en matices poéticos que narra la historia de una madre impiadosa y una hija que busca sus propios caminos en parlamentos crueles, humorísticos y refinados puestos en escena de forma impecable por las dos actrices y en el que se nota el fino trabajo de dirección que mantiene una intensidad sin descansos a lo largo de toda la obra.
Martín Wullich / News
Extraño texto, repetitivo, confuso, aunque divertidamente pletórico de campechanos decires. Este batir de alas levanta vuelo gracias al estupendo trabajo de las actrices que encarnan madre e hija detenidas en el tiempo de un pueblo perdido, a la expectativa de un personaje que nunca aparecerá. Disquisiciones sobre la espera y el cotidiano devenir, idas y vueltas, preguntas sobre lo que las rodea y su mundo íntimo definen su personalidad, producto de un pasado que expone sus heridas, aun abiertas y con pocas posibilidades de cicatrizar. En eso están, en eso seguirán.
Raquel Albéniz y María Forni dan todo de si para corporizar a estas desgraciadas mujeres, con notable manejo corporal, caminando, saltando, bailando y deslizándose hasta el sucio piso de tierra del alicaído y penumbroso rancho que, sin embargo, las cobija hasta el final, hasta el momento de una ineludible partida. Aprovechando la creativa y elocuente escenografía de Magalí Acha, la directora Paula Etchebehere ha manejado los movimientos e inflexiones de los personajes con una precisa marcación, que otorga las justas dosis de tragedia y comedia, en el brevísimo desarrollo de un notable ejercicio teatral.
La opinión del público / Alternativa Teatral:
31/10/2009 - María Rosa Pfeiffer
Sabía que iba a ver a dos excelentes actrices. Pero, además me encontré con la sorpresa de un texto maravilloso, pletórico de imágenes. Una temática que puede verse amenazada por formas costumbristas,no sólo escapa de los estereotipos, sino que adquiere, a través del lenguaje y del decir de las actrices, un inusitado vuelo poético.
Excelente el ritmo de la puesta en escena y la banda sonora.
Para disfrutarla.
29/10/2009 - Laura Coton
Batir de Alas es una obra enorme, que nadie se confunda por su formato. Desde el exquisito trabajo con el lenguaje, puede presentarse una historia ríspida y así resultar no solo soportable, sino regocijante. El texto de Batir de Alas es poético y refinado, lo cual le permite profundizar la crueldad y jugar con el humor. La dirección ha sabido sostener un ritmo intenso, que no permite descansos. El hambre funciona como motor y conflicto, y como tal es feroz y nos alcanza en oleadas cada vez más bestiales. Las actuaciones de Raquel Albeniz y María Forni son sobresalientes, hay entre ellas una comunicación tal que permite al texto fluir y al cuerpo ser texto. Es de lo mejor que he visto en el último año. Merece toda la atención de los medios. He salido feliz y agradecida del teatro.
04/10/2009 - Sil Maiten
Vi luz y entré. No fui invitada por nadie, como nos suele suceder a los artistas.
Me encontré con un texto fascinante. Una historia que contada de forma lineal, tal vez nada aportaría, dicha con esas medias frases por María, que la hacen más que interesante. Y "llamativamente" se entiende perfectamente lo que dice, de que está hablando.
Dos excelentes actrices.
Permitanme decirles que hace mucho que no salgo tan llena de una obra, aunque sus personajes se hayan quedado con hambre.
Gracias
05/04/2010 - Maria Peña
Fui a ver la obra porque trato de ver todas las obras en que trabaja Raquel Albéniz, actriz que sigo por su interesante propuesta de actuación. En términos generales me pareció una abstracción dramático-poética que eleva al público, una síntesis en la cual uno se podría sentir incluido desde infinitos lugares. La actuación dinámica, desde lo corporal y lo oral vehiculizan con arte un texto de diálogos que apuntan a la inteligencia y subvierte complacencias. Claro e innegable el valor de la dirección y puesta en escena. María Forni nos hace sentir aquello de elvas que todos hemos tenido o tenemos (fantaseo con haber traspasado el portón, pero si así no fuera, María Forni me hizo sentir muchas ganas de hacerlo) y María (Raquel Albéniz) juega impecable con la sordidez y oscuridad del personaje, su juego actoral no lo disculpa sino que lo torna más palpable, más real y cotidiano, más cercano a nuestra propia piel.
He calificado con menor puntaje a la música, no por la música en sí, para ser justa debería ver la obra nuevamente, pero desde lo auditivo no estaba muy clara la propuesta, en cuanto a intensidad, por momentos, me dejó la sensación de algo colateral, también por momentos era como muy fugaz. Cuando vuelva a verla me voy a referir más extenso sobre el tema. Estoy diciendo entonces, que voy a regresar, ojalá sea en esa magnífica sala.
04/04/2010 - Mirtha
Un texto crudo y bello, enriquecido con dos maravillosas actuaciones...
El dolor de esa hija, en el final de la obra, que decide batir sus alas, logró conmoverme.
Gracias por un espectáculo de altísima calidad.
Saludos.
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